sábado, 26 de mayo de 2018

Siempre amar y resistir

Quisiera escribir algo lindo y sólo alcanzo a los lugares comunes. Quizá porque la tristeza pesa tanto que no hay fuerzas para ir más allá. O quizá sea el dolor y sus barreras.
Yo no sé, tristeza o dolor: o son la misma cosa o se anudan y desparraman por los mismos recovecos del cuerpo, y se abrazan como dos enamorados que ya nunca volverán a juntarse.
No es verosímil, pero es real. La vida, leí hace poco en un libro –un libro que fue como un doloroso presagio–, no es tan exigente como las ficciones. No es necesario más que las cosas simplemente sucedan. Pero parece irreal.
Porque lo justo debiera prevalecer sobre lo injusto, el amor por sobre lo que hiere con saña, la ternura antes que el despecho. Y es que deberían triunfar siempre esa alegría, esa pasión, ese temple, esa sabiduría, ese llevarseelmundopordelante, las convicciones férreas.
Y que la vida es larga y alcanza para hacer todo aquello que deseamos.
Y que vivir intensamente es la única forma de vivir.
Que son nuestras decisiones las que importan.
Y que las personas a las que amar son la más importante decisión.
Las amistades, así, como otra forma de hacer familia.
La familia, así, como la más dulce e inquebrantable amistad.
Y que las palabras importan.
Tantas enseñanzas desparramadas y yo con mi descubrir las cosas a último momento. Y el temor de que se nos hizo demasiado tarde. (Ya lo sé, ya lo sé, nunca es tarde: lo que nos propongamos será nuestro, por el sólo hecho de que nos lo propongamos).
Y entonces es querer un poco más.
Más de ese abrazo, más de ese juego. Otra vez aquellas palabras –que sanan, guían, impulsan–, otro matecito de la siete.
Pero no sé bien qué, porque tal vez es un poco más de todo.
Y todo nunca alcanza.
Las fotos sólo dicen una parte. Hay otra película que se proyecta viva y muestra esos miles de planos que se cruzan: lo sensible en la sonrisa, escorpio en la mirada, la escucha atenta, la palabra justa, en cada gesto la empatía.
Esa película se proyecta en cada uno de los que supieron decirte Ceci, hija, amiga, mujer, esposa, docente, vicerrectora, luchadora incansable.
Mamá.
No es verosímil, pero es real.
¿Por qué la vida no nos exige tanto?

miércoles, 7 de febrero de 2018

Un poema

Cada vez que me siento solo
intento escribir un poema.
No me acompaño de palabras,
ni trato de llenar los huecos.
No hay en el texto tanta potencia
tanto volumen
ni una sola pizca de compañero.
El lenguaje es impreciso
lo que vemos no son más que cuerpos secos
piedras lentas que figuran
ocultar su verdadera mueca:
los intersticios
que se cuelan entre infinitos y delicados intersticios
entre una palabra y otra
en medio o en alguna parte,
imprecisa, de cada palabra
No son tan densas, ellas,
las palabras,
ni tan sinceras
No tienen la constancia de un estar ahí
que sí tienen los ojos
que sí tienen los labios
que sí tiene la piel
que se roza
con otra piel
que se dice
con otros labios
que se funde
con otros ojos
Cada vez que me siento solo
intento escribir un poema.
No me acompañan las palabras
Tan sólo me siento
y escribo
la soledad

sábado, 12 de noviembre de 2016

Gorjeo de la noche

Hoy, la noche fluye doliente. Tras su cara, que no se muestra, hay otras caras: trances imperceptibles.
La noche no es tiempo; es el escondite en que el tiempo duerme su siesta, una vez devoradas las fibras del día y sus sueños.
Hay múltiples noches.
La que entra por la ventana, de a ratos, dibuja muy cerca de mí alguna frase arrojada al aire por un pibe que camina solo, el súbito beso de dos amantes que esperan en la esquina el rojo del semáforo o que se detenga el mundo, el murmullo de los autos aplastando la avenida.
La que se obstina afuera, en cambio, no dice nada, y cuando dice, miente, y se queda enredada entre las ramas del jacarandá en la nueve de julio.
Gorjeo de la noche.
La luna, toda una señorita, se planta distante. Hay dos estrellas, dos bailarinas, que centellean con tan sólo una gota más de brillo que el resto de la comparsa.
-¿Pero vos estás enamorada? -pregunta una de las dos- ¿O sólo te estás divirtiendo?
La otra responde preguntando:
-¿Que diferencia hay?
Cuando nadie está observando, se abre una sima en medio de la noche, y allí van a parar todos sus cuentos recitados al borde de la cama, su música de fondo, sus ladridos roncos con perro entredormido, su rechinar de persianas cayendo, de voluntades cayendo, de fantasmas y promesas cayendo.
Se quiebra la noche o se desdobla.

En mi mano, hay otra noche escribiéndose sola.  

viernes, 21 de octubre de 2016

Cosas que escribo

Cosas que escribo
fantasmas
la noche, un relato imperfecto
cosas que me invento
palabras
la luna desgajando la fotografía
detrás del vidrio de la ventana
los momentos, la vida
se parten
así
pe da zos
de repente
se pierden como los segundos acumulados en cada parpadeo
de cada ojo que
de cada luna que
mengua
se cierra
se apaga
y me llama (sola)
para decirme algo
pequeño, impreciso, párpado fino
para incitarme, quizá
a que la mire (solo)
detrás del ojo desgajado de mi ventana
y la piense y le diga
¡fantasma!
qué es lo que pienso de ella
un relato imperfecto

lunes, 3 de octubre de 2016

Una lágrima

¿Ha escuchado, usted, mi amigo, el sonido de una lágrima?
Pero no piense, por favor, que hablo del típico berrinche, ni del llanto caprichoso; menos aún del sollozo que acristala los rostros y desborda melancolía. No hay más en ellos que agua mundana y moco, desperdicio del ser elevando sus decibeles, de los que no vale la pena decir nada al respecto.
Sepa usted bien: me refiero, ante todo, a ese pequeño, sutil, golpe de una lágrima al caer, sin contexto, sobre cualquier superficie.
La piel de la cara, por ejemplo. Hay un tipo de lágrima, la más común en estos casos, que brinca de la pestaña a la piel y se aprieta a ella con fuerza, sin soltarse. Allí queda, abrazando un recuerdo, y se desarma.
Hay otras, sin embargo, que no se detienen tan rápido. Muchos, displicentes, adalides del pañuelo de tela quizá, dirán que es una lágrima que rueda por la mejilla. Pero no se engañe en la metáfora. Se trata, al contrario, del simple acto de deslizarse, suavemente, por la cara hasta desembocar en unos labios o en el cuello de la camisa. Y en ese deslizarse que es caricia, ella, lagrimita tierna y despojada, irá dejando un leve rastro de sí, hasta volver a caer, como una frase inconclusa.
¿Ha escuchado, alguna vez, a esa lágrima caer? Un golpe mojado, breve, ¡paf!, semifusa y silencio. ¿Lo ha oído? Porque yo sí y le digo: no hay nada igual, nada más perfecto e impreciso y delicado. Esa lágrima que cuando se deshace, estalla, y su explosión es risa descontrolada, tristeza y sal, es aquel golpe con la bicicleta en la calle y las ilusiones  de un amor deshecho, es todas las miserias del mundo que se descubren en un juguete perdido en la playa, o cada cosa que no supimos ser, el futuro que no se avizora, la vida que pasa y sólo se detiene, mentirosa, en las fotografías, o lo inesperado, o lo esperado con demasiadas ansias, lo irremediable de la muerte o una nueva despedida que nunca, pero nunca, es la última.
Imposible saber, mi amigo, si después de una lágrima vendrá otra. Siempre está esa que, ante el primer descuido, brota y se arroja, se entrega al mundo. Son, lo confieso, las de esta clase las que más me gusta escuchar, porque nadie las espera, nadie las convoca, y sin embargo ellas se apoderan del instante y lo hacen suyo. Con gracia, con estilo, no sin una pizca -ínfima, ya que no puede ser de otra manera- de audacia, ellas emprenden su camino
Siempre hacia abajo, siempre en plena desnudez.
Y resuenan.
¡Ay, cómo me gusta escucharlas! Pero, ¿qué puede decir sobre ellas un ser tan pequeño e insignificante como yo? Por eso le pregunto, señor, mi amigo:
Usted, ¿las escucha?

martes, 12 de julio de 2016

Qué

Qué podríamos decir
de esta ausencia
del descaro en la palabra
la mentira
qué se pudiera
pensar
de tu boca, vertedero
de un decir empaquetado
y sin memoria
qué podríamos mirar
me pregunto
entre tanta fotografía quieta
muros
balas
luces recias
escenarios
qué podríamos
tal vez
imaginar
tras tu ceño incorregible
en esta agua
de delirios que naufragan


Ciegamente
los barcos se vislumbran
el amor
acontece

sábado, 9 de julio de 2016

Dos

Será que
somos dos
porque uno solo
no puede con el cielo
y con la tierra

Será que somos
vos
y yo
y el mundo
entonces
nos cabe en una mano

¿O será que es una excusa
que, tontos,
inventamos,
(¡qué tontos!)
para no estar solos?

Será que
cuando somos dos
somos tontos
¡dos tontos!
los dos.

Y es que
cuando
somos
vos
y yo
el mundo
entonces
es una excusa.